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Una recopilación de entradas referentes a la cultura clásica, centradas en el tema de la muerte y la religión, os espera...

23 marzo 2009

Hefesto


Origiario de oriente, Hefesto es el dios del fuego y, con él, de la civilización. Es el divino herrero, constructor de las armas, los muebles, los dorados palacios de los dioses y fabricante de objetos y autómatas que le ayudan en su siempre activa fragua; es, en suma el creador del fuego, que transmite a la humanidad a través de Prometeo. Siempre embebido en su trabajo la mitología atribuida a Hefesto es realmente escasa.


Una vez que hubo nacido, Hera, su madre, asustada por su fea apariencia, lo arrojó del Olimpo y, cojeando, fue salvado por la nereida Tetis, a la que siempre quedaría reconocido: com muestra de agradecimiento fabricaría las armas de su hijo Aquiles. Habiéndose vengado de su madre, a la que encadenó a un trono, que él mismo le había regalado, y a la que solo él pudo liberar ante la promesa de Zeus de darle lo que quisiera, Hefesto solicitó de su padre la mano de Atena, que le fue concedida a condición de que ella estuviera de acuerdo. Atenea, diosa virgen, fue entonces perseguida por el renqueante Hefesto, al que se resistió con bravura; y como en la lucha cayó el semen del dios en un muslo de la virgen, está lo arrojó con asco a la tierra, donde germinó engendrando a Erictonio, legendario rey de Atenas, a quien la diosa crió como si fuera su propio hijo. De este modo aparecen unidas las dos deidades de la civilización -Hefesto y Atenea- y precisamente en la ciudad de Atenas, su cuna occidental.


Pese a sus taras físicas, Hefesto consiguió casarse con Afrodita, la diosa de la belleza, pero el contraste entre ambos pronto quedó de manifiesto. La esposa se enamoró de Ares y cometió el adulterio más famoso de la mitología, sobre todo por el ridículo que supuso la actuación del marido burlado. En efecto: los amantes se reunían en el palacio de Hefesto durante sus ausencias, pero Helio, que todo lo ve, descubrió el adulterio al marido, el cual preparó su venganza fabricando y colocando en su lecho una red invisible que atrapó a la pareja en su visión amorosa. Convocó a todos los dioses, que acudieron al momento -si bien las diosas, por pudor, no quisieron asistir- y pidió venganza por el ultraje; pero la situación tan grotesca que los inmortales no cesaban de reir, y solo pararon cuando el engañado Hefesto soltó a los amantes a petición de Posidón, quien prometió castigar al seductor, sin que sepamos como lo hizo.


Hefesto, cuyos defectos físicos lo volvieron pacífico, era un dios amable y querido por los dioses y los hombres. Patrón de los artesanos, les infundía la fuerza creativa de sus oficios artísticos. Y como la forja representaba socialmente el progreso y la técnica, pasó a ser considerado el dios de la civilización traída por Prometeo a través del fuego.





La información la he sacado del libro "Dioses y héroes: mitos clásicos" del autor Jesús V. Rodríguez Adrados, que me facilitó mi profesor de griego y latín.La foto procede de la siguiente página:

www.twakan.com

16 marzo 2009

Divinidades Orientales


Desde su expansión por el Mediterráneo los romanos fueron dando acogida en su religión a divinidades extranjeras. De alguna manera, sobre todo, al final de la República y con el Imperio, fue patente que los romanos se mostraban muy indiferentes hacia sus dioses, su espíritu religioso estaba en cierto modo vacío y las historias religiosas habían pasado a ser meras fábulas mitológicas, a pesar de que seguían celebrando sus festividades, alegres y bulliciosas, de manera que no es difícil comprender que la mística de los cultos orientales supusieran una llamada y una atracción para el espíritu religioso de los romanos.



En otras palabras, la fe de los romanos no había desaparecido, pero las carencias de una educación romana irracional y ficticia permitía que la fe se acrecentara; el politeísmo oficial romano no satisfacía esa fe, de manera que los cultos de sectas filosóficas y los misterios de los dioses orientales sí daban una respuesta a esta fe, pues respondían a sus preguntas, aliviaban sus inquietudes, daban incluso explicaciones del mundo con reglas de conducta y cierto alivio ante el mal y la muerte.



Así pues, creencias religiosas procedentes de oriente, pero maduradas durante cierto tiempo en Grecia y en la esfera del helenismo, fueron penetrando en la sociedad romana paulatinamente. En cierto modo, muchos de estas religiones orientales eran una mezcla de filosofía y de creencias, con sus dogmas, sus oraciones, sus himnos, sus sacrificios, sus ceremonias, etc. No obstante, a grandes rasgos todas estas religiones comparten algunas características, como la existencia de unos dioses que sufren, mueren y resucitan, con explicaciones del cosmos, dioses protectores en función de la pureza del hombre, dioses que protegen a sus iniciados y a todo el universo.



Así, en el 204 a. C. acogieron la Piedra Negra, el símbolo de la diosa Cibeles, enviada por el rey de Pérgamo desde Pesinonte (Galacia, en la actual Turquía) a petición del senado de Roma, si bien prohibieron el culto a Atis, el amante de Cibeles, por ser sangriento y turbar el orden.



El culto a Baco y los misterios de las Bacanales que suponían ceremonias de iniciación especiales para sus adeptos fueron objeto de continuos escándalos que dieron lugar a que en el año 186 a. C. fueran ferozmente reprimidos y suprimidos.



Durante el imperio muchos de estos cultos, incluso los prohibidos y a pesar del intento de Augusto por frenar su avance, se fueron haciendo cada vez más populares, no sólo entre las clases altas romanas, lo que supuso un detrimento de los cultos nacionales; así, los cultos de Isis, Serapis, Cibeles, Atis, etc., serán frecuentes entre los romanos y contarán con sus propios templos y sacerdocios. Claudio autorizó la liturgia dedicada a Cibeles y Atis; antes Calígula favoreció los cultos egipcios y Domiciano restauró con todo lujo el templo de Isis destruido en un incendio en el año 80 d. C.; Nerón sólo adoraba a Hadad y su paredrus Artagatis, una divinidad siria.



De incorporación tardía en el imperio, en el siglo II d. C. bajo los emperadores Flavios, es el culto de Mitra entre los romanos, dios persa del cielo, de la tierra y de los muertos. Durante cierto tiempo rivalizó con el cristianismo, con el que coincidía en algunos aspectos como el monoteísmo y un tipo de bautismo, y, de hecho, fue uno de los pilares de los paganos para luchar contra el cristianismo; el mitracismo, durante mucho tiempo clandestino, se convirtió en culto oficial hasta su abolición por el emperador de origen hispano Teodosio. Probablemente la representación más conocida de esta diosa era el Taurobolium, es decir, la diosa con una rodilla sobre un toro al que está sacrificando, clavándole un cuchillo.



Estos ritos y religiones, básicamente monoteístas, se desarrollaban con ceremonias públicas y también con ceremonias iniciáticas casi siempre secretas y mistéricas. Entre los adeptos se elegía cuidadosamente a los sacerdotes de cada culto; todas estas religiones poseían una doctrina basadas en la revelación de los misterios y de la fe y en el prestigio que les daba su modo de vida y su atuendo. De manera general, estas religiones imponían a sus seguidores, además de la iniciación, períodos de ascetismo –ejercicios religiosos-. Sin embargo, entre los sectores de la población más tradicionalista todas estas religiones orientales fueron consideradas como sospechosas y sus sacerdotes como charlatanes, estafadores, desvergonzados, etc., que se aprovechaban del pueblo para sus propios fines y bienestar.



Desde el punto de vista teológico, las religiones orientales suponían una superioridad religiosa respecto de la religión romana; aunque los ritos orientales pudieran parecer bárbaros o impúdicos, tenían un efecto positivo entre los individuos. Deslumbraban a sus fieles por el brillo de sus fiestas, la pompa de sus procesiones, sus místicos cánticos y su encantadora música; los obsesivos estados contemplativos y las prolongadas mortificaciones, las danzas y algunas bebidas provocaban que determinados cultos y ceremonias supusieran auténticas fiestas en las que los fieles alcanzaban un estado de éxtasis, de delirio y de bienestar donde olvidaban sus penas y su dolor; es decir, mediante diferentes caminos se llegaba al encuentro del saber, de la pura virtud y de la victoria sobre el dolor físico, el pecado y la muerte.



No obstante, conviene no olvidar que, aunque estas religiones fueran monoteístas y sus adeptos llegaran a adorar únicamente al dios de su doctrina, el estado romano seguía siendo politeísta, al admitir junto a los dioses antiguos, estos nuevos, sin que ninguno tuviera preeminencia sobre los otros.



Sin embargo, el culto extranjero más importante de los introducidos en Roma y, a la postre, el que se acabará imponiendo, será el cristianismo.





Información obtenida de Patrimonio Romano de Aragón, una página web facilitada por Roberto Lérida Lafarga, cuyo enlace está en este blog. De todas formas pongo e link de la foto abajo:



https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqQey4YL5Vg4LD6bDdyhUXow6_dzY9TTm2_jci7QI9XV1rY-zE30qyD3wDbTXc1SoC2DIftOJ3ICxb2xFI5ZnYd0-eQMgMpEgtikT2fq1QdQbAad5CyjNVMLDzkBn2QG7HVWrGArbBptpv/s400/AAAAAA.jpg

Hera


Zeus, que se había casado varias veces, decidió concluir sus continuos matrimonios y puso sus ojos en su hermana Hera, una de las diosas de la fecundidad. Un día de invierno, en el transcurso de una tempestad, se avcercó a su regazo en forma de cuclillo (es un cuco...). Al ser acariciado ppor l diosa, recobró su aspecto originaly se acostó con ella, bajo promesa de matimonio. Fruto de esta unión sería, al parecer, Hefesto, cuya deformidd física pronto fue objeto de constantes burlas or parte de los dioses, por lo cual Hera, avergonzada, lo arrojó del Olimpo sobre el mar.


Hefesto fue recogido por una ninfa que cuidó de él y, desde niño, se inició en el arte de la forja, llegando a dominar con tanta precisión el manejo del yunque y los metalesque un día regaló a su madre un suntuoso trono de oro provisto de unos lazos invisibles, de forma que cuando Hera se sentó en él quedó aprisionoada sin que nadie pudiera liberarla. Hefesto fue llamado entonces al Olimpo y deshizo los azos, siendo admitido de nuevo entre los dioses.


Tal como había prometido Zeus, se casó con Hera y del matrimonio nacieron tres hijos: Ares, Hebe e Ilitía. Hebe (juventud) era la encargada de las faenas domésticas del Olimpo y, hasta la llegada de Ganímedes, la escanciadora del néctar que bebían los dioses. Su actuación mítica básicamente se reduce a su matrimonio con Heracles. A Ilitía, por su parte, le fue encomendada la tarea de presidir los partos, de tal forma que ningún ser puede venir al mundo sin que ella esté presente.


Pese a su intachable honestidad, Hera sufrió el acoso de un mortal: el príncipe Ixion de Tesalia, que, después de haber asesinado a su suegro, no encontrabab a nadie que quisiera purificarlo de su crimen. Solo Zeus, compadecido, se avino a hacerlo incluso le invitó a degustar la ambrosia (era el alimento de los dioses, y confería inmortalidad). Tiempo después, Ixíon, borracho, pretendió yacer con Hera. Zeus formó una nube con la figura de su esposa, lo que no fue obstáculo para que Ixíon se uniera a ella, engendrando un hijo que, a su vez, sería el padre de los centauros, raza de se5res con cabeza y torso humano y el rsto del cuerpo de caballo. Para castigar tamaña osadía, Zeus encargó a Hermes que encadenara a Ixíon a una rueda; ésta, que no cesa de girar, representa el eterno castigo que merecen los impíos e ingratos.


Entre los centauros, destacaría, por sus virtudes y sabiduría, Quirón, maestro en diversas artes - música, caza, guerra y, sobretodo, medicina, a cuya morada acudían la mayoría de los héroes para recibir sus enseñanzas. El mito nos cuenta como Quirón murió accidentalmente: Heracles realizaba su cuarto trabajo y en su trayecto se albergó en el refugio de un centauro, que le invitó a comer; pero al destapar la tinaja de vino perteneciente a la comunidad su olor atrajo a los demás centauros, que atacaron furiosamente al héroe, quien hizo uso de sus flechas impregnadas en la envenenada sangre de la hidra de Lerna, cuyas heridas resultaban mortales. Unas de las flechas se clavó en el cuerpo de Quirón, que por ser inmortal pasaría la eternidad entre espantosos dolores producidos por las heridas incurables. Por aquel entonces Prometeo estaba encantado en el Cáucaso, y Zeus, compadecido de los sufrimientops de Quirón, accedió a sus súplicos y le concedió la muerte a cambio de la de Prometeo, que, perdonado obtuvo de este modo la inmortalidad.


Hera, la diosa representativa de la castidad y fidelidad conyugales, participó, sin embargo, en el primer certamen de belleza femenina del que se tiene noticia. En la boda de Tetis y Peleo (los padres de Aquiles), Eris (la Discordia) al no haber sido invitada a la ceremonia, arrojó entre las diosas una manzana - la manzana de la discordia -, al tiempo que pronunciaba estas palabras: "Para la más bella". Solo Hera, Atenea y Afrodita se disputaron el premio; pero Zeus, esposo de la primera y padre de las otras dos, no quiso intervenir y envió a Hermes con las tres diosas a ver al troyano Paris. Las diosas intentaron sobornar al joven: Hera, con la soberanía sobre Asia; Atenea, con el poderío de la guerra, y Afrodita, con el amor de Helena, la mujer más bella de Grecia. Paris se mostró má sensible a este último ofrecimiento y emitió su veredicto - el juicio de Paris - a favor de Afrodita, diosa del amor y esde entonces, también de la belleza. Este hecho, como después veremos, había de tener funestas consecuencias para la ciudad de Troya.




La información la he sacado del libro "Dioses y héroes: mitos clásicos" del autor Jesús V. Rodríguez Adrados, que me facilitó mi profesor de griego y latín. La foto es de google.